jueves, 19 de marzo de 2009

Obsidiana

Recargó el codo la noche sobre un hilo y se quedó viéndolos en silencio. Un soplo de su aliento a hojas de agua escapó, entró por la ventana abierta e hizo volar en ella su cabello. Observó fijamente las manos de él que sujetaban su cintura; resbaló sus ojos como por un tobogán de agua hacia ella, como las gotas de sudor hacia su sexo y los observó allá lejos: el cabello como obsidiana líquida goteando palabras espesas y empañadas de gemidos, ojos cerrados hacia el cielo negro, sus uñas hundidas en los brazos de él, y él aun sin tocar tierra...
Un golpe seco abrió la puerta brusca, un brazo firme proyectó su sombra y los mordió roja la noche.